Nació en Florencia,
Italia, 13 de mayo de 1924 es un investigador en el campo de la Ciencia
Política, especializado en el estudio comparativo de la política. Su obra es de
las más destacadas de las ciencias sociales, contando con libros fundamentales
como Partidos y Sistemas de Partidos y Teoría de la Democracia. En 2005 obtuvo
el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
Los medios
audiovisuales invaden paulatinamente la cultura contemporánea condicionando en
igual medida la futura. Las estadísticas revelan que cada vez se leen menos
libros y se compran menos periódicos. Como consecuencia de ello, los mass media
-televisión y radio, principalmente- se convierten en la única, principal y
casi exclusiva fuente de formación e información de la ciudadanía. Irrumpe
también, con mucha fuerza, un nuevo medio de comunicación, Internet, y las
posibilidades que se nos ofrecen desde la cibernética. ¿Cómo será la sociedad
audiovisual y cibernética? ¿Cuál es la cultura que se está desarrollando
actualmente?.
El
politólogo y ensayista italiano, Giovanni Sartori, profesor de las
Universidades de Florencia y Columbia, retoma sus tesis sobre los efectos de la
televisión y hace, en su nueva obra, Homo Videns. La sociedad teledirigida, un
análisis de la influencia de la televisión y de la cibernética en la sociedad
actual. Intenta dar respuesta a los interrogantes de futuro que plantea el
nuevo esquema de comunicación social que se está configurando actualmente. Un
sistema dónde predominan los individuos solitarios, la comunicación es cada vez
menos personal, la televisión se convierte en el vehículo universal de
transmisión de información, desde los países más poderosos hacia todo el
planeta, y aparece un nuevo elemento comunicacional: las redes de comunicación
cibernéticas. De las que todavía se desconocen las consecuencias, tanto en la
educación como en la intercomunicación de las personas, así como de sus
diferentes utilizaciones.
El autor de
Teoría de la Democracia (Alianza, Madrid, 1988) y Elementos de Teoría Política
(Alianza, Madrid, 1992), entre muchas otras obras y escritos, es tajante en sus
convicciones. En su crítica al poder de la televisión y de la cibernética,
niega las posibilidades de la información audiovisual como fuente de formación.
Ésta anula la posibilidad de hacer abstracción de los conceptos aprehendidos y
de configurar nuevas ideas, postulados y proyectos. Anula la capacidad de
reflexión del ser humano. La cultura, por tanto, se vuelve superficial, con
abundancia de imágenes pero escaso contenido. La sociedad, por tanto queda, a
juicio del politólogo, en manos del poder audiovisual.
Respecto de
Internet, la otra herramienta comunicacional, ya real pero con una gran
proyección de futuro, duda seriamente sobre la posibilidad de que pueda ser
utilizada como vehículo cultural. Ve la todopoderosa red reducida a un mero
instrumento de diversión, destinada a los hobbies o, en todo caso, con alguna
utilidad práctica -fundamentalmente administrativa-. Arremete contra los
teóricos defensores de un mundo futuro basado en las redes cibernéticas,
rebatiendo las teorías de los hoy muy en boga, Nicholas Negroponte y Luis
Rossetto, entre otros. En último caso, se decanta a favor del triunfo de la
televisión sobre internet, como instrumentos de comunicación social de masas.
A partir de
estas cuestiones, teoriza sobre las posibilidades de los medios audiovisuales
tanto para informar como para crear o contribuir a transmitir la opinión
pública. Sartori niega a la televisión cualquier posibilidad de transmisión de
una opinión pública real, en tanto en cuanto, según el intelectual italiano,
son los propios medios audiovisuales los creadores de las diferentes corrientes
de opinión, que luego se encargan de presentar cómo la opinión de una/s
determinada/s sociedad/es. Por otra parte, no es menos favorable a concederle al
medio televisivo unas mínimas posibilidades informativas. Califica a la
televisión de reduccionista, porque coge una realidad determinada y la
simplifica y reduce al máximo para transmitirla. Y utiliza dos términos para
definir el medio: "subinformación", en tanto que los mensajes son
extremadamente resumidos y simplistas, y "desinformación" porque, a
menudo, se utiliza para dar una información "amañada", de acuerdo con
las convicciones de los que ostentan el poder, y también en función de lo que
éstos desean transmitirnos.
El análisis
de Sartori señala dos cuestiones o aspectos principales: por un lado, la
desaparición de los partidos como base sustentadora de una política
determinada, poniendo los ejemplos norteamericano e italiano por otro, en la
televisión se dejan de vender idearios políticos, ahora lo que se vende son
personas, imágenes. Se pasa, además, a una nueva forma de hacer política,
influenciada por el poder de los medios de comunicación. Un ejemplo de esto, a
juicio del autor, sería el caso de la intervención de Ronald Reagan en el
Irangate, después de que la sociedad norteamericana contemplara el dolor
televisado de los padres de los rehenes.
El cuadro
descrito por Sartori es desolador. Sin solución, a éste le resulta imposible
encontrar una fórmula que redima la televisión. Las tesis que sostiene con
convicción a lo largo de su último libro, se condensan en las siguientes
líneas: "Mientras la realidad se complica (…) las mentes se simplifican y
nosotros estamos cuidando a un video-niño que no crece, un adulto que se
configura para toda la vida como un niño recurrente (…) Nos encontramos ante un
demos debilitado, no solo en su capacidad de tener una opinión autónoma sino
también en clave de pérdida de comunidad".
Se crea, de
este modo, una "multitud solitaria", una "soledad
electrónica", dirigida por los que tienen el poder televisivo. Se anula el
valor del medio como instrumento democrático. La sociedad deriva entonces hacia
una era de "post-pensamiento", de pérdida de la capacidad de pensar.
Para Sartori es una situación comparable a la Baja Edad Media. Y de la cual
vaticina que será muy costoso retornar.
Es esta una
reflexión interesante y original -algo a lo que nos tiene acostumbrados el
autor- sobre la influencia del que se ha dado en llamar el "cuarto
poder" en el desarrollo de la cultura contemporánea, aunque su conclusión
constituya la negación casi absoluta de los posibles valores formativos del
medio audiovisual.
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